Lo ideal es que el bebé aprenda a dormir solo desde su infancia. El éxito de este aprendizaje se dará cuando logremos entender que nosotros no podemos dormir por el bebé. Si lo ayudamos siempre meciéndolo, paseándolo o estando junto a él lo privamos de la gran oportunidad de aprender a “dormir”.
Es como si tratáramos de protegerlos al extremo de que no se caigan cuando empiezan a caminar, cuando son los “caídas” las que le enseñarán a manejar esa habilidad.
Imagínense todo el trabajo que conlleva venir a un nuevo mundo, ajustarse al día y a la noche. Al estar dentro del útero de la madre durante el embarazo, el bebé duerme durante la actividad física y cuando la madre se acuesta a dormir es cuando el bebé empieza a patear y moverse. Esas primeras semanas de nacido no son nada fáciles. Sin embargo, sabemos que los recién nacidos duermen la mayoría del tiempo (16 ½ horas), el resto están despiertos. Cada dos horas una vez que el bebé se despierte debemos de acostarlo de vuelta (es el lapso que aguanta estar alerta).
A medida que crecen, el lapso no deberá extenderse de unas cuatro horas.
¿Qué pasa si nos pasamos de ese lapso?
Vamos a ponerlo de esta manera: Los bebés no son seres capaces de hacernos saber con lenguaje: “Mamá, te excediste, me debiste acostar a dormir hace un par de horas”. Lo que si pueden hacer es no dejar de llorar y colapsar cuando ya no pueden más.
Cuando nos pasamos del lapso estipulado el bebé tiende a sobre estimularse y le va a costar mucho más reconciliar el sueño. Si hubiésemos “leído” sus señales de sueño a tiempo, de seguro se hubiese dormido enseguida. Para un bebé de dos meses que su madre diga: “¡Es que no se ha dormido en todo el día!”, significa que no le indujo la siesta a su debido tiempo y el niño está agotado por la acumulación de déficit de horas necesarias de sueño.
Esto resulta en una “resistencia” al sueño, lo que desencadena un “efecto de cascada”: Entre menos horas duerme más difícil es conciliar el sueño, creando un dañino círculo vicioso.
Por lo contrario, entre más pueda dormir el niño le costará menos dormirse y estará más alerta cuando está despierto. Sabía usted que desde 1925, el doctor Lewis Terman (padre de la prueba de inteligencia Standford-Binet) publicó entre sus estudios, que los niños más dotados eran los que dormían más (Weissbluth, 1987).
¿No es eso lo que queremos para nuestros hijos, que sean inteligentes y logren lo mejor?
Aparte de una buena alimentación, está su intervención como padres y madres de familia de enseñarles que dormir es muy importante.
La rutina es la clave del aprendizaje. Cuando se levantan en la mañana después de tomar la leche, pueden sentarse en el “bouncer” y verlos mientras ustedes están desayunando.
Háblenle, cántenle y gócenlo. Luego el baño, que por lo general induce el sueño, podríamos aprovechar para darle masajes por todo el cuerpo. Anúncienle que está llegando la hora de dormir, poniéndo música de bebé o música clásica, cerrando las persianas, preparando el ambiente. Si es amamantado o toma mamadera, hay mucha probabilidad de que se quede dormido. Colóquelo en la cuna y colóquele almohaditas que sustituyan sus brazos.
Si llegase a despertar, acariciele la carita en la cuna, dele palmaditas en la espalda o en las posaderas y arrúllelo para que se vuelva a dormir.
Si lo mece en la mecedora, deje de mecerse mucho antes de que se quede profundamente dormido, entonces cuidadosamente lo coloca en la cuna.
Si un bebé está durmiendo la siesta aunque tenga que comer, según los expertos, hay que dejarlo dormir. Obviamente está durmiendo porque su cuerpo así lo necesita.
La misma rutina se repite con el resto de las siestas y a la hora de dormir. El momento más difícil es cuando los padres llegan de sus trabajos y quieren estar con su bebé. Es ahí donde tenemos que poner las prioridades; si bien es cierto queremos jugar, a costa del sueño y la salud del bebé.
Créame que habrá muchas oportunidades para jugar. Los niños funcionan con rutinas y si los sacamos de su patrón el sueño es afectado. El otro día, fui a visitar a mi sobrinito y aunque llegué con anticipación a la siesta, el verme y jugar conmigo lo sobre estimuló y le costó tomar su siesta como usualmente lo hace. La rutina tiene una importancia preponderante en estas primeras etapas.
Muchos padres comentan que resolvieron los problemas de sueño llevando el bebé a su cama. Hay literatura que apoya esta modalidad como una manera de unificación. ¡Qué rico es tirarse y acurrucarse en la cama de mamá y papá! Otros expertos recomiendan que al dormir por sí solos no solo aprenden una habilidad natural sino que se le refuerza el concepto de seguridad. El mensaje enviado por parte de la madre cuando aprenden a dormir en su cuna es: “Yo te quiero mucho, pero tú y yo tenemos que descansar”. “Tú puedes hacerlo por ti solo, eres capaz y te felicito”.
Cuando crecen aprenden a sobrellevar los miedos de la oscuridad, los monstruos y otros factores que son normales en las etapas de desarrollo cuando crecen, en comparación a los niños que dependen de otras personas para dormir.
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